Título: Los cuatro grandesTítulo original: The big fourSaga/Serie: -Autor/a: Agatha ChristieTraductor/a: DIORKI, traductoresEditorial: Ediciones OrbisPáginas: 124Precio: 14,90€ (Planeta)Fecha de publicación: 1927Más información en la web de Planeta
Hércules Poirot se enfrenta con unos criminales fuera de lo común. No son vulgares asesinos ni simples estafadores. Son líderes organizados a escala internacional que mueven los hilos de cuanto sucede en el mundo. Se los conoce como «Los Cuatro Grandes» y el detective tendrá que descubrir su identidad antes de que sea demasiado tarde para la humanidad. La primera misión de la banda consiste en deshacerse de su principal enemigo: precisamente, Hércules Poirot. El célebre detective es la única persona capaz de adelantarse a los planes urdidos por los cuatro villanos para apoderarse del mundo, y por ello se convierte en blanco de un sinfín de estratagemas destinadas a eliminarlo, a lo largo de una lucha a muerte salpicada de episodios tan sorprendentes como apasionantes.
Esta es la tercera novela que leo de Agatha Christie, la tercera integrante de este volumen algo antiguo que compré hace unos años en un mercadillo. Antes de leer este libro "recopilatorio" prácticamente solo conocía a esta autora por la historia de Asesinato en el Orient Express, de la cual había visto las películas.
Me ha sorprendido bastante ver lo distintas que son estas tres historias. En Los cuatro grandes me he reencontrado con Poirot, aunque el narrador y protagonista de toda la acción es un personaje nuevo para mí: Arthur Hastings. Al principio de la novela nos encontramos con Hastings, que llega a Londres para sorprender a su viejo amigo Hércules Poirot, con quien pretende quedarse una temporada. Sin embargo, esa estancia promete ser de todo menos tranquila.
Pronto se verán envueltos en una trama mundial que gira en torno a cuatro personas, los cuatro grandes, de los que pocos han oído hablar. Sin embargo, desde el principio será evidente que a alguien no le gusta que Poirot y Hastings investiguen sobre ellos.
Me ha gustado reencontrarme con Hércules Poirot y con su "modestia":
–Sí, pero si no llega a ser por mis rápidos ojos, los ojos de un gato, Hércules Poirot estaría ahora aplastado, lo que hubiera sido una terrible calamidad para nosotros. Y también usted, mon ami, aunque eso no hubiera sido una catástrofe nacional.
También me ha gustado conocer a Hastings, que seguro volveré a encontrar en futuras lecturas de Christie. La trama en sí está bien pensada, pero lo que no me ha gustado tanto es el desarrollo de la acción. He encontrado el ritmo demasiado lento. Sí, es una historia compleja, que necesita un avance creíble, pero en muchas ocasiones he tenido la sensación de que quedaba estancada y no avanzaba. Esta sensación quizás se ha acrecentado porque El misterioso Sr. Brown fue muy ágil, no lo sé... Pero esta es la historia que menos he disfrutado de las tres que he leído de la autora.
Sin embargo, el final me ha sorprendido. Esos últimos capítulos si me han tenido en ascuas, con ganas de saber YA cómo lo resolvería todo la autora.
Los cuatro grandes es una historia narrada por Hastings, pero protagonizada también por Poirot. Me ha gustado reírme de nuevo con esas expresiones "tan suyas", que lo hacen tan insufrible a la vez que achuchable. La historia me ha parecido bien tramada, aunque con un ritmo demasiado lento en algunos puntos. Eso sí, los últimos capítulos me han mantenido en vilo hasta el final.
Mi puntuación:
3 / 5
Primeras líneas:
Sé de personas a las que les gusta la travesía del Canal de la Mancha; hombres que se sientan plácidamente en sus sillas de cubierta y, a la llegada, esperan el amarre del barco; sin ponerse nerviosos, recogen luego sus pertenencias y desembarcan. Yo nunca he logrado comportarme así. Desde el momento en que subo a bordo tengo la sensación de que el tiempo es demasiado corto para hacer nada concreto. Traslado mis maletas de un sitio a otro, y si bajo al salón para tomar algo, me trago la comida con la molesta sensación de que el barco puede llegar a puerto inesperadamente mientras estoy abajo. Quizá todo esto sea una simple herencia de los cortos permisos que le daban a uno durante la guerra, cuando parecía muy importante conseguir un lugar cerca de la pasarela y hallarse entre los primeros en desembarcar para no desperdiciar unos cuantos y preciosos minutos del permiso de tres o cinco días.
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